Dalila Argueta proviene de Guapinol (Honduras), una comunidad que desde 2017 lleva enfrentando una lucha incansable contra una minería a cielo abierto de la empresa Inversiones Los Pinares, que contamina el río que atraviesa su comunidad. Recuerda la fecha exacta, era un 26 de abril cuando vieron que el agua que les llegaba a la comunidad era de color café con leche, y de golpe tuvieron que organizarse para resistir.

Dalila ha puesto el cuerpo en esta lucha, que finalmente la ha llevado hasta el exilio, teniendo que abandonar de la noche a la mañana su familia, su tierra y su río.

¿Quién es Dalila?

Una defensora que le ha tocado salir, que le ha costado el exilio por defender su tierra. Que le ha tocado vivir dos historias diferentes, pero con una misma lucha, con un mismo sentir, aprendiendo de otros y compartiendo lo vivido para que otros aprendan de mí y de mi pueblo. Soy una mujer que defiende la tierra, que ama la tierra, una mujer despierta, consciente de lo que ama, de lo que quiere y del valor de su dignidad.

¿Qué significa para ti ser defensora? ¿Qué es una defensora?

La propia palabra lo dice: quien defiende. Y cuando empiezas a defender partes de la defensa propia, de tu propio ser, de tu propio cuerpo que es el primer territorio.

Ser una defensora va más allá de lo bonito que podemos hablar respecto al amor de la tierra, porque con ella vienen historias de dolor, miedos, heridas, muchas violencias, muchas carencias de otras cosas.

En el camino las defensoras vamos aprendiendo muchas cosas, viendo que hay cosas que hemos normalizado porque vivimos en un contexto en el que también se nos ha impuesto el ser decentes. Desde la religión, que las mujeres debemos ser sometidas, obedientes, buenas madres, buenas hijas, decentes. Pero realmente, ¿qué es decente? Y si la rebeldía es indecencia, pues bendigo la rebeldía y todo lo que me ha hecho ser lo que soy, lo que despertó. Y desperté con otras mujeres y partimos a defendernos con uñas y dientes.

Ser defensora es pagar un alto precio por defender todo, no es un romance que tenemos con el ser líderes o estar ahí. Porque no sólo defendemos nuestros derechos, defendemos la vida, la vida de todo lo que nos rodea, el derecho de la tierra. Porque no es que nosotros tengamos derechos sobre la tierra, es la tierra la que tiene sus derechos y nosotros nos beneficiamos de lo que ella nos provee.

Y entonces, ¿quién defiende a las defensoras?

Otras mujeres. Redes de mujeres, conscientes, que se organizan, que caminamos juntas, que nos priorizamos, que no minimizamos nuestros riesgos, que los vemos tal cual son.

Mujeres que nos organizamos como redes a nivel de territorio y nos juntamos también para analizar cómo estamos, cómo nos sentimos, priorizando el cuidado individual y colectivo y también sanando esas heridas que a veces se crean dentro de los mismos espacios. Sanando desde el cuidado para seguir avanzando. Somos mujeres que entrelazamos nuestros brazos para ser una red de cuidado entre nosotras mismas. Nosotras nos cuidamos entre nosotras. Porque en medio de toda esa defensa también nos atraviesa el cansancio, nos atraviesan las luchas individuales de familia, porque también luchamos internamente hasta con nuestro propio hogar por seguir en esa resistencia. Cuando las mujeres escuchamos otras historias nos damos cuenta que también sufrimos violencias pasivas en los interiores de nuestros hogares. Y esas vivencias que vienen desde ahí son las que más duelen, las que más lastiman, porque vienen de las personas que queremos, porque la palabra que disparan con veneno duele más dependiendo de quien la dice.

Las redes de mujeres y las redes de protección han sido muy importantes para ti en toda tu lucha.

Para mí las redes salvan la vida y sostienen las luchas. Y cuando abrazas el proceso de sanación de una defensora no sólo la abrazas a ella, abrazas a un pueblo, a una lucha en general. Y a mí me han abrazado mucho, muchas mujeres que se han convertido en mis hermanas por elección, desde el amor.

Y desde allá. La red nacional para mí es una familia colectiva a nivel de territorio que me da un ejemplo y me confirma lo que yo ya sé: las redes sostienen. Y las redes son fuertes porque somos mujeres las que estamos ahí, pariendo nuevas formas de cuidado. La red nacional es una red de mujeres que acompaña muchos procesos en los movimientos campesinos, en la defensa de los territorios, los proyectos que están defendiendo contra hidroeléctricas, los campamentos que están en contra de la minería, con la comunidad garífuna. Estamos hermanados. Es un trabajo muy potente, muy importante, de denuncia. La red está ahí para hacer las alertas necesarias cuando la comunidad está siendo atacada, cuando han criminalizado a alguien, cuando han tenido algún atentado contra alguien, las redes se pronuncian y se posicionan con cada uno de nosotros.

«Saliendo del territorio miré el monstruo más grande. Hoy ya no estoy sólo con Guapinol, estoy con las luchas de todos los pueblos y de todas mis hermanas.»

Las redes a mí me sostienen. La iniciativa mesoamericana me ha dado una mirada más amplia, porque saliendo del territorio miré el monstruo más grande, porque yo estaba metida en una lucha, pero cuando salí vi a mi país amenazado por todos lados, y fue aterrador poder verlo desde arriba y decir: “Carajo, nos lo están comiendo”. Y también identificas más luchas desde fuera. Hoy ya no estoy sólo con Guapinol, estoy con las luchas de todos los pueblos y de todas mis hermanas, no importa de qué país son, porque no me importa la nacionalidad si el golpe le cruza a una de ellas, la bala, el policía que mata a otra mujer… eso me llega también a mí y me duele. Y por eso respondemos, y por eso la consigna: si tocan a una nos tocan a todas.

Desde tu experiencia también identificas aspectos que se pueden mejorar en la acogida a defensoras.

Mi acompañamiento también ha sido el de todas las organizaciones que me dieron el respaldo a la hora del asilo haciendo ver que mi entrevista, todo lo que yo estaba aportando, era legítimo, tuvieron las pruebas de todo lo que yo decía, de lo que compartí, pero también es muy violento, porque tienes que probar lo que ya sabes que está pasando. Basta con ver que ponen el nombre de Bertha Cáceres en una calle, si pones eso es porque sabes que están matando defensoras, reconoces que hay líderes que los están matando, pero, ¿no lo vamos a reconocer hasta que nos maten? ¿Y qué pasa con los que no pueden probar? No hay tiempo de tomarte una foto con el que te va a asesinar, o con el que te va a atacar. Y no pueden creer que sea la policía que nos está matando, todavía te dicen, ¿y no denunciaste? ¿A quién denuncias si sabes que si vas a denunciar un militar o un policía te van a caer en la casa? O al salir de ahí cualquier sicario que pase en una moto y te pegue un tiro. ¿Cómo denuncias eso? Entonces no confías en nadie, porque no van a hacer nada.

Hablas del cuidado como una prioridad.

Sí, necesitamos programas que también se concentren en el cuidado psicológico, en el que también se le dé un espacio para que la persona respire, para que sane, para que sea fuerte. Porque para trabajar y sonreír para fuera nos estamos tragando muchas cosas. Entiendo todas las defensoras que ya no pueden. Tienen todo el derecho de decir: “ya no quiero, estoy cansada”. No queremos militancia sacrificada, no queremos militancia que deje cuerpos en el camino, que después no podamos con nuestras rupturas, porque somos tan orgullosas que muchas veces nos rompemos solas, pero es para que nadie nos mire lo heridas que estamos o lo débiles que podemos ser, o porque también no queremos cargar a nadie con lo nuestro. Hay que sanar primero para militar sanamente.

Se podría ampliar este análisis que haces a la sociedad en general. Estamos en una sociedad enferma en muchos sentidos, no tenemos tiempo, no nos cuidamos… aunque en el caso de las defensoras se manifieste de una forma más aguda.

Es que a todos nos está atravesando la violencia del cansancio, de todo ese estrés. Estamos pobres de tiempo hasta para tomarnos el café, pobres de tiempo para leernos un libro en una hamaca bajo un árbol. Busca un momento contigo misma. Un momento donde puedas escuchar la voz del silencio. Algo pequeñito, diez minutos al día, pero que sean diez minutos tuyos, donde el teléfono no suene, donde nadie te llame.

Estás en mil cosas, pero, ¿estás para ti? ¿Te escuchas a ti? ¿Te miras al espejo y dices “qué bonita estoy”? Nos miramos al espejo sólo para arreglarnos el pelo y salir corriendo. No, hay que pararse, hay que verse, hay que escucharse, hay que sentirse, hay que escuchar el cuerpo y decir: ¿qué tienen estas manos que están cansadas? ¿Estos pies? Y agradecerle a este cuerpo porque está, porque aún está.

Por eso el cuidado personal es muy importante. Tenemos que hacer el cuidado nuestro, hacerlo parte, hacerlo rutina, para poder llevar un cuidado a lo colectivo. El cuidado también como una herramienta política, y algo que alimenta las resistencias, porque solas no podemos salir adelante, tenemos que juntarnos, organizarnos.

Gracias, Dalila, por tu sinceridad, por tu fortaleza, y por compartir tu lucha. Gracias por tus palabras, que esperamos se multipliquen. Deseamos de todo corazón que puedas algún día volver a caminar por tu río.